sábado, 13 de diciembre de 2014

Gracias, Muñeco. Otra vez

Corre el año 97. Ya se termina. Es 26 de noviembre. River pierde 1 a 0 en Medellín, contra Atlético Nacional. Mi papá me explica que igual vamos ganando porque en casa fue 2 a 0 para nosotros. Entonces, vamos 2 a 1. Al toque, Marcelo Daniel Gallardo cabecea un centro y pone el 3 a 1 global. Siete días antes había asistido al matador Salas en el primer gol y había reventado el palo en el segundo tiempo. Quiero ser como él. Siempre quise. Quiero ser el 10 de River para ser como él. Quiero que Passarella lo lleve a Francia. Quiero que no se vaya nunca. Finalmente, el 17 de diciembre, 14 días después de mi cumple número 8, levanta la Supercopa. Y, a los pocos días, gana el tricampeonato dejándolos a ellos segundos. Que no se vaya nunca.
Luego de un tiempo de esperar otra vuelta gloriosa como la del principio de los 2000, regresa. Arreglaron su contrato por rendimiento. Dicen que está viejo. Dicen que no puede más. A mí, la verdad y con el perdón de las damas, me chupa un huevo. Hace tiempo que vengo teniendo conjuntivitis, únicamente aliviada por las pinceladas de Ariel Ortega y de un mínimo enano que es su preferido. Dicen que está viejo, que no puede más. Se infiltra. Todos los partidos lo hace. Vamos 1 a 1 en casa y tenemos 10. Pero ahí está él. Con traje de superhéroe. Con la 10 en la espalda. Recibe la pelota y la clava en un ángulo para desnivelar y, al toque, la toca en el área como sólo los cracks lo hacen. Lloro. Literal. Escondido, para que mis amigos no me vean. Lo amo para siempre. Nos deja 2 tiros libres contra ellos que son para enseñarlos en todas las escuelas. El arquero dice que la próxima no le pone barrera. Él dice que va a ser más fácil así. Que no se vaya nunca.
Al tiempo, ya en 2010, cae un vendehumo de bigote y lo sienta en el banco. El 13 de mayo anuncia que contra Tigre va a ser su último partido. Lloro. Pero de tristeza. Lloro mucho. Solo en mi cuarto. Me arranca ésta nota (http://ganargustargolearrp.blogspot.com.ar/2010/07/carta-de-un-hincha-dolido.html). Ese sábado voy a despedirlo, pero el personaje nefasto que está en el banco no lo deja entrar. Es el peor. Lo odio. Quiero que se vaya a la mierda. Quiero cruzarlo por la calle para insultarlo, como mínimo. Lloro de nuevo. Pasamos vergüenza en casa. No lo dejaron despedirse. Nos comimos 5 con el equipo de un vendehumo profesional. Que no se vaya nunca. Pero lo fueron. “Espero ansiosamente tu vuelta, aunque sea como aguatero”.
Es seis de junio de dos mil catorce. Dejamos lo malo atrás. Vino el prócer máximo, nos sacó campeones. Nos devolvió a la Libertadores y a la Sudamericana. Les ganamos a ellos allá. Ganamos todos los clásicos. Y firma él. Volvió. No como aguatero. Como técnico. Viene con una idea muy clara. Pero le venden al más incisivo del campeón y no le traen lo que pidió. No le importa. Sigue adelante. Sorprende a todos. Con un equipo de 13 titulares, los barre de la cancha a los rivales. Construye un invicto histórico, compartido con Ramón. Reivindica. Evoluciona. Pasa unos meses terribles en lo personal. No afloja un segundo. Trabaja. Los saca a ellos de la copa.
Es 10 de diciembre. Voy a ser ingeniero. Pasaron pocos días de mi cumple 25. Me voy a casar con la chica más linda que vi en mi vida. Pero hoy hay otra cosa. Corre el minuto 9 del segundo tiempo. Pisculichi, el único que pidió y le trajeron, va hacia Figueroa Alcorta 7597. Apoya la pelota, da 2 pasos para atrás. Hace que vuele, que se curve hacia dentro. Encuentra la cabeza de Gabriel Mercado. Se para el tiempo. Mis hermanos abren bien los ojos al lado mío. Se llena de alegría mi segunda casa. Nos abrazamos muy fuerte. A los pocos minutos, Piscu repite el ritual. Esta vez encuentra la cabeza de Germán Pezzella. La clava. El resultado es el mismo.2 a 0 a Atlético Nacional de Medellin (equipazo) en casa. Abrazo a todos los que tengo cerca como si fueran mis hijos. En la San Martín alta están mi viejo y mi hermana. En casa, mi vieja y los perritos. En la Belgrano, mis mejores amigos. Al lado, Nico y Fran. Rorro en el lugar de Gonza. Gonza en lima. Los rusos en lima. Arriba lo gritan mis abuelos. Lloro. Pero de felicidad. Otra vez. Un loco me dice que aguante. Que falta poco. No tengo puta idea quién es. No me importa.
Al ratito, el primero de los motivos por el cual todas mis camisetas llevan el 10 aprieta los puños. Abraza a su hijo. Abraza a sus amigos. Da una nota. Se lo dedica a su mamá. Se quiebra. Levanta la Sudamericana. La ofrece a su familia en su casa. Que no se vaya nunca. Es 13 de diciembre. Mañana jugamos el último partido, porque encima, tenemos chance de ser campeones acá otra vez, aunque no dependa de nosotros. Debería estar estudiando Seguridad, Higiene e ingeniería ambiental para el final del lunes. Es la vez número nomeacuerdo (más de 40 seguro), que veo el salto de Germán. Armani no llega nunca. Lo veo a Marcelo mirar hacia el tablero. Lloro otra vez. De felicidad. Que no se vaya nunca.